Marcelino Viegas, asociado de ACIME, uno de los protagonistas de aquella trágica noche
Grisén, cincuenta años después
El 10 de febrero de 1.965 tuvo lugar uno de los accidentes ferroviarios más graves de la época. A las seis de la mañana de aquella fatídica noche, una de las últimas unidades del tren correo procedente de Madrid con destino a Barcelona salió ardiendo, por causas aún desconocidas, propagándose el fuego con gran rapidez a los otros dos vagones cercanos.
Los últimos vagones eran de tercera clase y, en aquellos años, estas unidades se construían de madera. Quizás ese fue uno de los motivos que, junto con la velocidad del tren y el cierzo, que aquella fría noche soplaba con fuerza, hicieron que en escasos minutos quedaran calcinadas las tres últimas unidades del convoy.
Al parecer, el fuego se inició entre las estaciones de Grisén y Pinseque ( Zaragoza) y, según una nota oficial emitida por Renfe, "....sin duda, por haber cundido el pánico entre los viajeros, han perecido treinta personas y han resultado heridas treinta y tres". Datos que no concuerdan con lo declarado por los supervivientes del incendio, que creen que el número de fallecidos rondaría el centenar y contabilizaron en torno a 50 heridos.
El tren circulaba con un 90% del pasaje, según confirmaron los viajeros que sufrieron el accidente. Y, según Renfe, los vagones de tercera registraban un 42% de ocupación. Otro dato del que discrepan los supervivientes ya que, según explican, aquella noche todos los compartimentos (8 por vagón con 8 asientos cada uno) iban completos y, además, había pasajeros a pie en el pasillo y otros sentados sobre sus maletas.
Todo lo que rodea a este accidente ferroviario fue, y es aún hoy, 50 años después, un misterio.
En este tren, nombrado a partir de esa trágica noche el "tren de la muerte", viajaban en "servicio de escolta", dos Guardias Civiles: Fermín Vallejo Hernández y Damián Peña Machín que, con calma y serenidad, fueron desalojando los vagones. El tren, por fin, paró en mitad del campo. En ese momento, varios viajeros, se unieron a la pareja de Guardias intentando sacar de entre las llamas al mayor número de personas evitándoles. así, una muerte segura.
Entre estos viajeros se encontraba un joven de 24 años, también componente del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, Marcelino Viegas Galván, miembro de ACIME prácticamente desde su fundación y residente en Cáceres.
Según nos cuenta este " Ángel de la Guarda ", aquella inolvidable noche, cuando se dio cuenta de que el vagón estaba ardiendo—pues viajaba en uno de los siniestrados—el primer impulso fue salir corriendo y saltar al exterior, pero los gritos de terror, espanto y desconcierto que había en el vagón fueron le hicieron cambiar rápidamente de idea y unirse a los guardias de "escolta" que estaban procediendo a desocupar aquellas últimas unidades del tren.
"Aquello era un caos – explica Marcelino - la gente chillando, aterrorizada, intentando salir todos a la vez, cayéndose en los pasillos. Unos no querían salir sin sus equipajes, otros intentaban de nuevo entrar a recoger sus enseres y bultos, pues la mayoría eran personas que se desplazaban buscando trabajo en otras regiones y en esos equipajes iban sus vidas y sus ilusiones", recuerda nuestro socio.
Marcelino y sus dos compañeros entraron repetidamente en los vagones en llamas sacando a diversos viajeros que sin esta ayuda hubieran perecido con toda seguridad.
Uno de los últimos intentos de nuestro compañero de ACIME Extremadura fue sacar al exterior a una señora mayor. Ya con la señora sujeta se hundió el techo ardiendo del vagón pero, reuniendo sus últimas fuerzas, pudo saltar al campo aunque totalmente quemado. "No sé cómo pude hacerlo, pero mi satisfacción fue mayor cuando comprobé que la señora estaba en el exterior y a salvo", dice Marcelino.
El joven guardia civil estuvo 15 días en coma en el Hospital de Zaragoza y la recuperación duró 6 meses. Los injertos le han permitido salvar sus manos, aunque aún se notan bastante las huellas de las intervenciones. "Solo cumplimos con nuestro deber de Guardias Civiles, el Reglamento nos lo recuerda cada instante...SERÁ UN PRONOSTICO FELIZ PARA EL AFLIGIDO...", declara orgulloso Marcelino que, sin dudarlo, dice: "ojalá no me tenga que ver envuelto en otro accidente de estas características, pero si pasara actuaría de la misma manera".
La labor de este guardia ha sido recompensada con distinciones y condecoraciones. Entre otras, tiene La Cruz de Plata, al Mérito Militar con Distintivo Blanco; Orden Civil de la Beneficencia; Medalla de Plata de Tercer Orden al Mérito; Premio de Alfonso XIII al mejor servicio humanitario prestado por componentes de este Benemérito Cuerpo en el año 1.965. Sin embargo, Marcelino, como los otros dos guardias de "escolta", siguen pensando que su actuación no fue ninguna heroicidad, pues simple y llanamente cumplieron con su deber.
Cincuenta años después de la tragedia, el Alcalde de la localidad de Grisén, Don Juan Millán, quiso rendir un homenaje a las víctimas de aquella noche trágica y agradecer públicamente la labor de aquellos que, sin pensárselo un segundo, acudieron a salvar del fuego a todos los viajeros que fueron capaces.
Este alcalde consiguió reunir a dos centenares de personas, muchas de otras regiones, que sufrieron aquella tragedia, e incluso familiares de fallecidos o desaparecidos. Hubo una misa para pedir por sus almas. En el cementerio y en la fosa común donde reposan los que sucumbieron aquella trágica noche se colocó un monolito con una placa, recordando a los que allí descansan.
Posteriormente, y en el Ayuntamiento de la localidad, se homenajeó aquellos que con su heroica actuación consiguieron reducir el número de accidentados.
Por Rufino Batalla Ambrosio
Socio núm 1.750
El 10 de febrero de 1.965 tuvo lugar uno de los accidentes ferroviarios más graves de la época. A las seis de la mañana de aquella fatídica noche, una de las últimas unidades del tren correo procedente de Madrid con destino a Barcelona salió ardiendo, por causas aún desconocidas, propagándose el fuego con gran rapidez a los otros dos vagones cercanos.
Los últimos vagones eran de tercera clase y, en aquellos años, estas unidades se construían de madera. Quizás ese fue uno de los motivos que, junto con la velocidad del tren y el cierzo, que aquella fría noche soplaba con fuerza, hicieron que en escasos minutos quedaran calcinadas las tres últimas unidades del convoy.
Al parecer, el fuego se inició entre las estaciones de Grisén y Pinseque ( Zaragoza) y, según una nota oficial emitida por Renfe, "....sin duda, por haber cundido el pánico entre los viajeros, han perecido treinta personas y han resultado heridas treinta y tres". Datos que no concuerdan con lo declarado por los supervivientes del incendio, que creen que el número de fallecidos rondaría el centenar y contabilizaron en torno a 50 heridos.
El tren circulaba con un 90% del pasaje, según confirmaron los viajeros que sufrieron el accidente. Y, según Renfe, los vagones de tercera registraban un 42% de ocupación. Otro dato del que discrepan los supervivientes ya que, según explican, aquella noche todos los compartimentos (8 por vagón con 8 asientos cada uno) iban completos y, además, había pasajeros a pie en el pasillo y otros sentados sobre sus maletas.
Todo lo que rodea a este accidente ferroviario fue, y es aún hoy, 50 años después, un misterio.
En este tren, nombrado a partir de esa trágica noche el "tren de la muerte", viajaban en "servicio de escolta", dos Guardias Civiles: Fermín Vallejo Hernández y Damián Peña Machín que, con calma y serenidad, fueron desalojando los vagones. El tren, por fin, paró en mitad del campo. En ese momento, varios viajeros, se unieron a la pareja de Guardias intentando sacar de entre las llamas al mayor número de personas evitándoles. así, una muerte segura.
Entre estos viajeros se encontraba un joven de 24 años, también componente del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, Marcelino Viegas Galván, miembro de ACIME prácticamente desde su fundación y residente en Cáceres.
Según nos cuenta este " Ángel de la Guarda ", aquella inolvidable noche, cuando se dio cuenta de que el vagón estaba ardiendo—pues viajaba en uno de los siniestrados—el primer impulso fue salir corriendo y saltar al exterior, pero los gritos de terror, espanto y desconcierto que había en el vagón fueron le hicieron cambiar rápidamente de idea y unirse a los guardias de "escolta" que estaban procediendo a desocupar aquellas últimas unidades del tren.
"Aquello era un caos – explica Marcelino - la gente chillando, aterrorizada, intentando salir todos a la vez, cayéndose en los pasillos. Unos no querían salir sin sus equipajes, otros intentaban de nuevo entrar a recoger sus enseres y bultos, pues la mayoría eran personas que se desplazaban buscando trabajo en otras regiones y en esos equipajes iban sus vidas y sus ilusiones", recuerda nuestro socio.
Marcelino y sus dos compañeros entraron repetidamente en los vagones en llamas sacando a diversos viajeros que sin esta ayuda hubieran perecido con toda seguridad.
Uno de los últimos intentos de nuestro compañero de ACIME Extremadura fue sacar al exterior a una señora mayor. Ya con la señora sujeta se hundió el techo ardiendo del vagón pero, reuniendo sus últimas fuerzas, pudo saltar al campo aunque totalmente quemado. "No sé cómo pude hacerlo, pero mi satisfacción fue mayor cuando comprobé que la señora estaba en el exterior y a salvo", dice Marcelino.
El joven guardia civil estuvo 15 días en coma en el Hospital de Zaragoza y la recuperación duró 6 meses. Los injertos le han permitido salvar sus manos, aunque aún se notan bastante las huellas de las intervenciones. "Solo cumplimos con nuestro deber de Guardias Civiles, el Reglamento nos lo recuerda cada instante...SERÁ UN PRONOSTICO FELIZ PARA EL AFLIGIDO...", declara orgulloso Marcelino que, sin dudarlo, dice: "ojalá no me tenga que ver envuelto en otro accidente de estas características, pero si pasara actuaría de la misma manera".
La labor de este guardia ha sido recompensada con distinciones y condecoraciones. Entre otras, tiene La Cruz de Plata, al Mérito Militar con Distintivo Blanco; Orden Civil de la Beneficencia; Medalla de Plata de Tercer Orden al Mérito; Premio de Alfonso XIII al mejor servicio humanitario prestado por componentes de este Benemérito Cuerpo en el año 1.965. Sin embargo, Marcelino, como los otros dos guardias de "escolta", siguen pensando que su actuación no fue ninguna heroicidad, pues simple y llanamente cumplieron con su deber.
Cincuenta años después de la tragedia, el Alcalde de la localidad de Grisén, Don Juan Millán, quiso rendir un homenaje a las víctimas de aquella noche trágica y agradecer públicamente la labor de aquellos que, sin pensárselo un segundo, acudieron a salvar del fuego a todos los viajeros que fueron capaces.
Este alcalde consiguió reunir a dos centenares de personas, muchas de otras regiones, que sufrieron aquella tragedia, e incluso familiares de fallecidos o desaparecidos. Hubo una misa para pedir por sus almas. En el cementerio y en la fosa común donde reposan los que sucumbieron aquella trágica noche se colocó un monolito con una placa, recordando a los que allí descansan.
Posteriormente, y en el Ayuntamiento de la localidad, se homenajeó aquellos que con su heroica actuación consiguieron reducir el número de accidentados.
Por Rufino Batalla Ambrosio
Socio núm 1.750