Terapia psicológica
Podemos encontrar dos tipos de problemáticas en el colectivo al que representamos. Por un lado, es habitual encontrar a personas que fueron destinadas en misiones en países conflictivos con trastornos de tipo psicológico y que se manifiestan de forma más o menos grave según las características de la persona así como de los recursos personales, familiares y externos con los que cuente. El inconveniente de estos trastornos es la invisibilidad de sus síntomas, por lo que no se les presta la atención que se merecen. Muchos de estos trastornos pueden aparecer por la incongruencia que existe entre "luchar contra el enemigo" y "proteger al país" y las situaciones vividas de violencia abusiva. La persona puede sentir un gran odio y desprecio hacia sí mismo y una profunda discapacidad para creer en las relaciones positivas.
El no tratamiento de los efectos psicológicos y psiquiátricos de la persona pueden llegar a cambiar completamente su vida y a empeorar la calidad de ésta una vez que vuelven a casa. Por ello, es clave una atención directa en estos colectivos antes, durante y después de una misión para una adecuada adaptación posterior.
Los trastornos psicológicos más comunes que se pueden dar en militares son: trastornos de ansiedad como el de estrés postraumático o el de pánico, trastornos del estado de ánimo y trastornos del sueño.
Por otro lado, están todas aquellas personas con discapacidad sobrevenida en acto de servicio o en situaciones ajenas a él. La adquisición de una discapacidad se considera una crisis circunstancial, es decir, un suceso extraordinario que nadie puede controlar ni preveer y que supone un cambio inesperado que genera gran inestabilidad y desorientación, no sólo para la persona sino también para toda su familia. La magnitud del impacto dependerá del tipo y grado de disfunción, la brusquedad en su aparición, su pronóstico y evolución, y las características y recursos de los que disponga la persona y su entorno cercano.
La vida que se tenía con anterioridad a la discapacidad desaparece, aspectos que estaban más o menos regulados como el trabajo, las amistades o el ocio cambian por completo y surgen los conflictos. La familia abandona actividades y renuncia a cierta independencia, a proyectos, y dedica gran esfuerzo y tiempo a la persona discapacitada.
La adaptación personal y familiar se mueve en un continuo, encontrando en un extremo el estancamiento y en el contrario el crecimiento. El crecimiento de la familia se detiene cuando ésta se resiste a los cambios y actúa como si no hubiera pasado nada, generando patrones repetitivos de interacción que son ineficaces, lo que provoca desequilibrios y una relación disfuncional. En cambio, una correcta adaptación y crecimiento pasa por asignar nuevas responsabilidades y roles dentro de la familia, planificar actividades y establecer normas y pautas claras.
A pesar de ello, lo más normal es que en algún momento del proceso aparezcan síntomas de los siguientes trastornos a consecuencia de la discapacidad en cualquier miembro del sistema familiar y sobre todo en el discapacitado de: ansiedad, estrés postraumático, depresión, baja autoestima, insomnio o aumento de somnolencia, abuso de sustancias, ideas de suicidio.
La intervención a nivel psicológico en el proceso de ajuste e integración debe estar dirigida tanto a la persona discapacitada o con trastorno, como a su familia y al entorno educativo, social y laboral.
Respecto a la discapacidad es importante trabajar varios aspectos como: el impacto de la pérdida que supone ésta, la culpabilidad, la utilización de capacidades de las que dispone.
Así mismo, tanto para un problema como para el otro se debe asesorar y entrenar en habilidades de afrontamiento de estrés, manejo de la ansiedad, control de pensamientos negativos, habilidades de solución de problemas, refuerzo de la autoestima, etc. Es decir, que el objetivo último es incrementar la flexibilidad y la capacidad de adaptación familiar asegurando la estabilidad y salud mental de sus miembros.